Entré en Cabeza de Puerco cabreado, buscando un ambiente un poco más solitario que las Tres Escobas, porque necesitaba pensar... Aquellos mortífagos habían asesinado aquella misma noche a mi mejor amigo... -Si tuviera a uno de ellos delante...- pensé, aferrando mi varita. Me senté en la mesa más escondida que encontré, y llamé al camarero golpeando la mesa con los nudillos.
-Lo más fuerte que tenga- le murmuré cabizbajo...
-Lo más fuerte que tenga- le murmuré cabizbajo...